Se veía venir. La estampida de programas de Caracol descalificando al movimiento indígena marcó la señal. Varias interpretaciones afloraron. Una, abrir el camino para que el Centro Democrático tuviera un lecho de justificaciones para su candidato a la gobernación, el desconocido General Barrero. Otra, llenar el ambiente de razones para apretar la manija respecto de las pretensiones territoriales de indígenas y campesinos a partir de los acuerdos de la Habana y de los decretos autonómicos. Lejos estaba la interpretación de que también se tratara de crear opinión pública favorable al fallo contra Feliciano Valencia que seguramente ya conocían líderes del uribismo, actores visibles del programa “Séptimo día”.
Pues, si bien éste desacreditaba al movimiento indígena en su conjunto, el énfasis se hizo en la lucha política y étnica del CRIC, y en el líder indígena que hoy está tras las rejas en San Isidro. El fallo no se produce por las acusaciones hechas allí de desvío de dineros asignados para los damnificados de la Masacre del Nilo, por corrupción y por su supuesta militancia con la guerrilla. Lo es por una acción en la que participaban miles de indígenas en el juicio que realizaban, dentro de su jurisdicción, contra un miembro del ejército que se había infiltrado en una de sus movilizaciones. Demanda que ya había sido negada por un juez en Piendamó.
La denominación de “Justicia blanca” que le dio Petro a este acontecimiento es bastante válida si se establece desde dónde se produjo. Popayán fue uno de los mayores centros esclavistas del país entre los siglos XVII y XIX. Hasta no hace más de cuatro décadas hubo zonas de terraje, donde se mantenía a los indígenas bajo una forma de servidumbre. La mentalidad racista de sus elites cruzó el siglo XX hasta el punto de que en este año una senadora de esta estirpe planteó que el Cauca había que dividirlo en dos territorios: el indígena y los otros. Seguramente, en este último su incomodidad con los negros la hubiera llevado a otra división. Separados estos estaría incómoda con lesbianas, homosexuales, etc. Es decir, solo estaría feliz con aquellos en que el racismo fuera su razón de ser. Orientación que impregna no solo a quienes se reclaman sus herederos por la “pureza del linaje”. Coopta a todos aquellos que añoran las delicias del poder colonial y buscan por todos los medios acceder a los espacios en que se desenvuelve. Entre ellos el de la justicia. Pues es justamente uno de los que los vincula a la tradición aristocrática. De tal manera que aquí no se obró en justicia sino dentro del marco del poder político y racista. Desconociendo la jurisdicción indígena y los mandatos constitucionales en esa dirección. Tan político como los procedimientos judiciales que no tienen en la cárcel a un gobernador que permitió el desfalco del erario público en miles de millones de pesos. Ni a otro que su compañero de armas lo
identificó como su comandante entre los paramilitares. Quienes defienden este tipo de justicia son los mismos que se echan bendiciones con la justicia transicional que garantizaría la terminación del conflicto armado. Expresando con ello su opción por la guerra y la reproducción interminable de las violencias.
los invito a ver este vídeo para despertar.