En los últimos días han circulado en el Cauca varios panfletos a nombre del ELN, la Columna Móvil Dagoberto Ramos y la Segunda Marquetalia. En estos panfletos se ha hecho alusión directa al movimiento indígena, los kiwe thegnas (guardia indígena) y las actividades que, en cabeza de las autoridades ancestrales, se vienen desarrollando en los territorios.
En los Planes de Vida que componen la Çxhab Wala Kiwe se han adelantado en las últimas semanas mingas de recorrido territorial, que tienen como objetivo caminar la palabra hacia adentro; es decir, encontrarnos como comuneros, conocer nuestras problemáticas y proponer soluciones en conjunto.
Estos recorridos se hacen en vista de que las desarmonías territoriales han aumentado prácticamente en todos los territorios. Los grupos armados (“legales” e “ilegales”) buscan suplantar a las autoridades indígenas y las economías ilícitas se han convertido en la excusa perfecta para perpetuar el terror en los hogares de cada vereda.
Con los recorridos se ha logrado recuperar el diálogo entre comunidad y organización, fortaleciendo los intereses en común, el principal de ellos el wët wët fxi’zenxi, que es vivir contento, con lo justo, sin conocer tristeza; todo lo contrario de la buena vida que los violentos promueven y la mayoría de las veces se traduce en consumo sin sentido y muertes prematuras.
Por eso, los armados buscan a los jóvenes, niños y niñas nasa para sumarlos a sus filas como milicianos o como combatientes. Ofrecen como alternativa una vida en las armas, como si se tratara de una novedad. En varios territorios comienzan a aparecer grafitis del Movimiento Bolivariano, queriendo aparentar una ideología revolucionaria, cuando es evidente que su única ideología es la de la codicia. Los comandantes y reclutadores creen que los jóvenes son ingenuos y se les acercan con un juego de intimidación y seducción. Todo reclutamiento es forzado, pues la estructura excluyente de la sociedad produce el ambiente para pensar que no tenemos otra alternativa que la guerra.
Es por esto que los panfletos llaman a oponerse a los recorridos territoriales. Porque temen que en el encuentro permanente entre nosotros y nosotras nos vayamos dando cuenta que la presencia de actores armados solo le sirve a la guerra y a los que se enriquecen con ella. Seguiremos recorriendo nuestros territorios porque aquí está enraizado nuestro corazón. Y estamos convencidos que, con cada paso, fortalecemos nuestro proceso y debilitamos el proyecto de muerte que nos imponen.
De otra parte, nos encontramos en un momento difícil del conflicto. Vemos lo que ocurre en el sur del Cauca, donde han declarado paro armado en los últimos días tanto en el municipio de Argelia como en El Tambo. La Segunda Marquetalia, el ELN y el Comando Coordinador de Occidente – CCO (del que hacen parte las columnas móviles Dagoberto Ramos y la Jaime Martínez) y el Ejército se disputan desde hace meses las tierras, la gente, la coca y el agua del cañón del Micay. Al mismo tiempo, conocemos la denuncia de la desaparición el pasado sábado de varios jóvenes que fueron secuestrados en El Tierrero, municipio de Caloto, por hombres de la Dagoberto Ramos.
Entendemos que estas expresiones del conflicto están profundamente relacionadas, pues los vínculos de la guerra entre
el sur y el norte del Cauca se encuentran en el reclutamiento forzado de menores, en el tráfico de armas y en el control de rutas del narcotráfico. Estos tres elementos son componentes de un mismo proyecto político: el despojo territorial y la destrucción de los procesos organizativos que todavía resisten a la dominación.
En medio de esta guerra, los grupos armados buscan ventajas estratégicas por medio de la confusión. Muestra de ello es el panfleto firmado presuntamente por el ELN, donde, con un lenguaje conciliador, pide “permiso” a las autoridades indígenas, negras y campesinas para entrar al norte del Cauca y combatir a las estructuras del CCO. Este panfleto es intensamente malintencionado, pues se aprovecha del vivo dolor por el reciente asesinato del compañero Marcos Camayo, en Las Delicias, como argumento para justificar más violencia. A estas alturas, somos conscientes que la presencia de un nuevo grupo armado no representa nada nuevo; solo amplía el alcance de la violencia política.
Por ello, hemos planteado en numerosas ocasiones que nuestra propuesta es el diálogo. Y no un diálogo para definir los términos de nuestro sometimiento, como lo quieren todos los grupos armados (“legales” e “ilegales”), sino un diálogo para terminar la guerra y garantizar el respeto de la autonomía de todos los pueblos.
El día de ayer, en el Páramo de Guanacas, hicimos, como pueblos indígenas del Cauca, un posicionamiento trascendental: nuestro compromiso es con la vida y su cuidado -más que su defensa- es el eje de nuestro proyecto político-organizativo. Allá sembramos entre el agua, las montañas y el viento nuestra voz que perdura. La guerra nos quiere convencer de que no hay alternativa. Pero en Guanacas recordamos que en la unidad se encuentra la potencia permanente de alternativas para la vida.
Hoy, siete de diciembre, conmemoramos tres años del asesinato de la autoridad de Huellas, Eduin Dagua. En muchos sentidos, este crimen marcó el inicio de la nueva etapa de la guerra a la que nos quieren someter. En su memoria, reiteramos nuestra posición, con fortaleza y con dignidad:
¡Cuenten con nosotros para la paz, nunca para la guerra!
Çxhab Wala Kiwe – ACIN